Cuando hablamos de diseño universal lo primero que nos genera preguntas es justamente eso de lo universal, pero empecemos hablando de la otra parte del concepto: el diseño.
Los seres humanos vivimos en constante interacción con el entorno. El diseño es justamente ese proceso mediante el cual modificamos el entorno para mejorar las interacciones, de modo que tiene sentido pensar que si la interacción no es idónea es necesario mejorar el diseño.
¿Alguna vez has intentado abrir un frasco de mermelada o similar y acto seguido has pensado que no eres lo suficientemente fuerte para abrirlo? Es común ver que cuando encontramos dificultades de interacción en nuestro día a día pensamos que el problema está en nuestras capacidades, cuando es el diseño el que debe adaptarse a las características del usuario y no al contrario.
Ahora sí, hablemos de lo universal. El carácter universal del diseño lo que nos dice es que cuando pensamos en capacidades no podemos tomar un estándar para toda la población, porque la especie humana por naturaleza es diversa. Varían nuestras dimensiones, nuestras habilidades y la forma en que percibimos y entendemos el mundo; varían de persona a persona y varían también en una misma persona a lo largo de su ciclo vital. Según esto podemos decir que el diseño universal es para todos desde sus principios y su filosofía, porque implica enfrentar el diseño como un proceso que reconoce la diversidad, y la diversidad es algo de lo que nadie se escapa.
Ya en la práctica se hace necesario asumir las restricciones y limitaciones que todo proceso de diseño implica, por lo que nunca podremos decir que un diseño estará respondiendo a las características del 100% de la población. Pero lo que es importante saber es que aprender a pensar en la diversidad es un proceso que nos beneficia a todos y que, en términos generales, hace del diseño un mejor diseño: uno más equitativo, consciente y funcional.